Blanco y en botella. Recién leído en la cafetería de TAI aprovechando dos horas de hueco entre clases.
Blanco y en botella. Recién leído en la cafetería de TAI aprovechando dos horas de hueco entre clases.
El temible poder de las palabras truena en el corazón de esta Matrioska literaria en la que Paul Auster nos invita a viajar por varias fábulas simultáneamente, todas ellas incluidas en el vértigo de un paseo por el abismo anticipado en casa página aparentemente inofensiva pero potencialmente letal que comienza y culmina en el propio título.
La noche del oráculo es una brillante pesadilla urbanita sobre el trabajo del escritor y la pasión por la literatura que tiene toda la fuerza de los mejores trabajos de Auster. Es una insolente inspiración para empuñar un bolígrafo o empezar a aporrear las teclas del ordenador. Y funciona con la misma eficacia como relato de intriga que como dibujo de las necesidades, frustraciones, autoengaños y callejones sin salida por los que pasean incluso los.mejores escritores.
En algún momento he pensado que propone el mismo tono de reflexión sobre el oficio de escribir que planteó Federico Fellini sobre el trabajo del cineasta en su obra maestra, Ocho y medio.
Dos libros para dos paseos históricos y épicos por los enfrentamientos de Roma con otras fuerzas en conflicto geopolítico en los momentos clave de la historia. Ambos libros comparten su capacidad para abordar la divulgación de temas del ayer como un reportaje sobre temas que nos interesan hoy.
El águila y el león explora con eficacia enciclopédica el pulso mantenido por Roma con Persia en distintas fases de éste y en un largo abanico de encuentros que se inician en la República, pasando por las guerras civiles romanas y llegando hasta las ultimas etapas del Imperio.
Su texto es un ejemplar ejercicio de análisis de enfrentamientos de dos grandes bloques que facilita claves para interpretar otros pulsos históricos como ejemplo de Guerra Fría entre potencias que se enfrentan si intenciones de aniquilarse, manteniendo un equilibrio de fuerzas en tensión que reconoce por ambas partes la imposibilidad de eliminar definitivamente al contrario.
The day of the barbarians es un libro más breve pero igualmente preciso que sobre la premisa de abordar la batalla de Adrianópolis, sus causas y sus consecuencias, teje una estimulante visita a las claves de la guerra en la etapa final del Imperio Romano en el enfrentamiento con los Godos y sus aliados Hunos y Alanos.
Explicando el antes, el durante y el después de la batalla, el libro aborda interesantes claves sobre una crisis migratoria, la corrupción de los funcionarios romanos en esa etapa final que dará paso luego a la Edad Media, los conflictos religiosos en el seno del cristianismo en su transformación como religión oficial del Imperio, la transformación de las legiones en regimientos de infantería y los cambios en las armas y maneras de combatir y la absorción de los Godos, Alanos y Hunos como mercenarios y soldados de Roma o mano de obra, entre muchos otros interesantes aspectos que definen el problema y la época que trata.
Difícil de superar como tiempo de ocio bien empleado el repaso a la tragedia del Mortzestus, en la que W.H. Hodgson logró crear un relato perfecto de horror en la literatura que es buena escuela para cualquier intrépido aspirante a fabulador de este género más difícil, revelador e importante para definirnos de los que los más prejuiciosos y adictos a repartir etiquetas maniqueas están preparados para entender.
Hodgson logró en esta tercera novela corta que completa la trilogía iniciada con Los botes del Glen Carrig y La casa en el confín de la tierra completar una trilogía sobre la permeabilidad de la frontera que separa lo material de lo inmaterial, lo previsible de lo imprevisible, y en definitiva construyó un tríptico de cuentos de horror que sirve también como reveladora metáfora que deja en evidencia la fragilidad de nuestra prepotente visión de una supuesta realidad que controlamos frente a la caos incontrolable que nos rodea.
Y además, esta novela, la mejor de las tres citadas, sacó adelante una de las mejores muestras de la formula de fusión de aventuras e intriga que es compañía imprescindible de las mejores tramas de horror.
Está edición de Valdemar en El Club Diógenes es además muy completa en tanto que incluye el relato corto alternativo de cierre de la trama que se publicó al margen de la novela y los textos introductorios del propio Hodgson que no siempre han sido incluidos en otras ediciones.
Uno de los mejores libros de aventuras que he leído, capaz de sumar rigor y amenidad en la divulgación histórica del tema que propone y una capacidad notable para tejer con pericia digna de una narración de intriga un eficaz encadenado narrativo de gestas y tragedias épicas tras las que se esconde lo mejor y lo peor de nuestra especie.
El resultado es que cuesta mucho interrumpir la lectura e incluso entonces lo leído se sigue filtrando como un eco permanente en la peripecia cotidiana de un lector enganchado que se convierte en inevitable adicto a sus relatos.
Sirve para trazar un mapa de acontecimientos en el variopinto y complejo paisaje histórico de los viajes de exploración, conquista e investigación del Ártico.
Terminada la lectura me han entrado unas incontrolables ganas de ver nuevamente una de mis películas favoritas de la adolescencia, La tienda roja, que recuerdo haber visto en el cine Bristol de Puente de Vallecas, repetir visionado de la muy recomendable primera temporada de la recomendable serie El terror, y releer la novela homónima de Dan Simmons en la que se inspira y el tríptico de clásicos de aventuras y terror en los hielos formado por Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, La esfinge de los hielos de Julio Verne y En las montañas de la locura de H.P. Lovecraft.
"Las imágenes tienen una forma de disolverse y de regresar de golpe, trayendo alegría y el dolor unido a ellas, como latas arrastradas por un coche anticuado de recién casados".
Patti Smith cuenta y canta y recita su camino de amor y dolor en este libro y vuelve a enseñarnos la mejor manera de celebrar la vida incluso cuando la vida nos duele.
Nos enseña a pensar en principios aunque creamos estar rodeados de finales.
En 1979, más o menos en el tramo final de mi adolescencia, tuve el primer encuentro con la música de Patti Smith y mis gustos musicales dieron un giro tan definitivo como mi manera de entender mi vida y lo que quería hacer con ella.
Empecé a creerme que podía hacer con mi vida lo que me diera la gana, por ejemplo estudiar periodismo y ganar dinero haciendo la segunda cosa que más me gusta después de leer: escribir.
Desde ese momento los 3,22 minutos de su versión del tema Because the night incluida en el álbum Easter se convirtieron en uno de los himnos de mi juventud y me han acompañado en muchas mañanas y tardes de golpear teclas. Primero las teclas más duras de la máquina de escribir y luego las más suaves del teclado del ordenador.
Me he pasado la vida escuchando cantar a Patti Smith Because the night mientras tecleaba cualquier cosa que me pagaran.
Y aunque no he ido consciente de ello, ahora pienso que Patti Smith y su Because the night han impedido que me perdiera en mi propio mar de gilipolleces.
Ahora que paso ya tres años de los sesenta acabo de leer su libro M Train y por segunda vez la poesía y la forma de entender la existencia de Patti Smith, disparada desde la prosa de esta colección de memorias, han vuelto a ponerme las pilas alejando el callejón sin salida hacia el que me dirigía con la estúpida ceguera de quien cree que ya está todo el pescado vendido.
Necesitaba este segundo empujón, esta prodigiosa y monumental colleja de Patti para recuperar la manera de entender qué demonios quiero hacer realmente con mis días dejando aparcado todo lo que me impide celebrar que sigo vivo.
Creo que no seré el único que sienta esto después de leer esta declaración de madurez y amor desde la pérdida y este épico relato de la valentía cotidiana para seguir adelante a pesar de todo que es M Train.
Patti Smith nos sigue recordando que estamos vivos y hay que celebrarlo incluso cuando las cosas se tuercen, porque la contrariedad y las dificultades también son, a su modo cabrón e insolente, parte de nuestra existencia.
Patti nos señala el camino para dejar aparcadas en la cuneta de lo prescindible todo aquello que realmente no importa nada.
Patti nos señala el camino:
"No soporto sentirme atada, sobre todo cuando es por mi bien".
¡Persigue tus sueños!, te dicen las sirenas propagandistas entonando el onanista himno de nuestros días, al mismo tiempo que ocultan astutamente las terribles consecuencias de entregarse a la quimera creativa, nunca bien pagada, nunca suficientemente agradecida y nunca justamente valorada.
Tras leer está exhaustiva biografía del que fuera primer maestro incuestionable del relato de terror y la fantasía gótica atrapada en el laberinto mortal del romanticismo de lápida y cementerio, que también fue precursor e influencia de los que Paul Verlaine bautizara como "poetas malditos" en la Francia de finales del XIX, me resulta imposible no imaginar a Edgar Allan Poe como el mejor ejemplo de juguete roto a un nivel máximo de mala suerte y capacidad de autodestrucción capaz de competir en la misma liga con otro maestro sublime igualmente maldito y maltratado Vincent van Gogh.
Ambos desahuciados por la vida antes de tiempo, ambos desesperadamente perdidos, incomprendidos, rechazados, juzgados y marginados, tirados a la cuneta de la existencia por muchos de sus contemporáneos, explotados por sus empleadores o mecenas, y sobre todo endiabladamente dispuestos a autodestruirse.
Eduardo Caamaño explora a Poe en tres niveles, el literario, el del contexto histórico y social en el que vivió y el de su vida privada, su mito y su adicción a las explosiones sentimentales, más peligrosa que sus escarceos con el láudano, elmopip y el alcohol. Caamaño lo hace de manera que a través de sus notas de autor introducidas con fluidez y sin ser un freno para la lectura en el discurso general de su viaje por esa controvertida e inexplicable personalidad literaria asomada al abismo de la existencia, consigue trazar con tono de reportaje un completo dibujo de la época en la que se desarrolla la trama de la vida de Poe convertido en títere de su propia tragedia.
Al acabar la lectura y enterrar al maestro una vez más, no solo sabemos todo lo esencial y mucho más de Poe, de su vida y de su obra, sino que además hemos descubierto de la mano del autor muchas claves para entender un mundo que desde el ayer remoto nos puede servir como eficaz espejo de nuestros días.
Tras leer el libro he concluido que Poe fue su peor enemigo en muchos aspectos, por ejemplo en su furibunda actividad como crítico literario, un pésimo administrador de su talento, una ingenua víctima del entorno depredador en el que se movía, un perseguidor de ideales elevados que no casaban con las intenciones de la numerosa gentuza que le rodeaba, un visionario adelantado a su tiempo, un comendador de causas poéticas perdidas, el jinete de un caballo desbocado de sentimientos, la primera pero no única víctima sacrificada en el altar de su grandeza que fue también la tragedia y el destino significativo de los huesos de su esposa enferma, Virginia, de su hermana marginada Rosalie, o de la que fuera su abnegada segunda madre, protectora y suegra, María Clemm. Todas ellas daños colaterales y bajas civiles en la guerra de otro hijo del caos empeñado en explorar un espejismo de orden en su encuentro con una época y una vida especialmente hostiles, un talento incomprendido que como es habitual ha sido posteriormente celebrado por aquellos exploradores de los maestros muertos.
Caamaño rinde un homenaje afectuoso a su biografiado pero sin caer en la trampa de lo sentimentaloide ni engancharse en lo melodramático. Repasa con afán divulgativo las luces y sombras de Poe y de su tiempo, en un texto que se acompaña de una colección de ilustraciones capaces de completar y abrir otros caminos para disfrutar más el paisaje tenebroso de las obras del maestro.
Lo más inquietante es que al final de este peregrinaje, nos tropezamos con una inquietante invitación del propio Poe a repensarnos la realidad:
"Todo lo que vemos o imaginamos es solo un sueño dentro de un sueño".
Presentada, como su autor, bajo el paraguas de malditismo, etiqueta de la que reniego porque malditos en esta vida somos todos, de un modo u otro, y además prefiero llamarla novela canalla y de perdedores, renunciando así a columpiarme en el adorno poético, que siempre me suena a justificación escapista, con pose de cigarrito a medio fumar en la boca y guitarrita llorona entre las manos, no recomiendo esta novela porque la haya acompañado el silencio, la incomprensión, la falta de puntería y criterio o la ceguera del rebaño editorial, sino porque es una novela cabrona, que te deja mal cuerpo, que se lee desde la crispación compartida con el protagonista y apretando como él los puños al comprobar que ni el cielo ni el inferno van a librarnos del lugar del que procedemos, en el que nos cocinamos como los cabrones que somos, y al que escupimos cada vez que jugamos a engañarnos pensando que todos somos iguales y vivimos en una sociedad justa.
Esta novela solo puede leerse desde la mirada del perro apaleado que disfruta recibiendo palizas. Solo puede leerse de la misma manera sadomasoquista en que la escribió su autor, desde su ira y su frustración de perdedor que asomó el hocico en la seductora y falsa industria del oropel audiovisual que fue y sigue siendo Hollywood y tras una sola cucharada de la miel de la gloria con la adaptación de Senda tenebrosa (1946, Lauren Bacall y Humphrey Bogart sometido a un repaso de chapa y pintura de su jeta y en plano subjetivo la mitad de la película), fue expulsado de la misma con una gran patada en el culo.
Goodis y los lectores somos aquí al mismo tiempo Kerrigan, el brutal protagonista roto, más cabrón y más duro que cualquier otra bestia de la novela negra, Channing, el hombre al que le gusta ser maltratado por sus parejas, Frank, el tumefacto alcohólico atrapado en un terrible momento del pasado del que apenas tiene conciencia. Los tres personajes comparten un vínculo con el autor en una metáfora de la culpa que persigue a toda la galería que habita o frecuenta la canallesca y autodestructiva calle Vernon, en la que transcurre la mayor parte de la historia.
Así que no, La luna en el arroyo no es una novela maldita, es una novela cabrona.
Tan cabrona y canalla como esencial, cuya naturaleza no nos permite dejar de leerla para escapar a cualquier otro lugar que no sea la calle Vernon, en la que todos quedamos atrapados, porque de una forma u otra todos somos hijos de nuestra propia versión de la calle Vernon.
Y si están buscando un culpable, olvídenlo. No lo hay, o en todo caso culpables somos todos.
Y no hay cucharadas de miel para ninguno de nosotros.
El cómic BRZKR, creado por Keanu Reeves y Matt Kindt con dibujos de Ron Garney y publicado en Marzo de 2021, evoluciona hacia la novela de ciencia ficción con este libro de otro lugar en el que Reeves se ha buscado a un ilustre compañero de viaje para esta aventura literaria, China Miéville, uno de los maestros de la ciencia ficción contemporánea, para profundizar en la Unutología, el estudio de Unutu, el guerrero inmortal capaz de regenerarse y resucitar y una otra vez.
La novela hace hincapié en la naturaleza de heraldo de la muerte de Unutu, apodado B, entrando en territorios que no exploraba tan sólidamente el primer arco argumental de la propuesta de las viñetas, lo que le permite poner en cuestión y renovar toda la mitología del personaje desde un nuevo punto de vista. De manera que los seguidores del comic BRZRKR pueden entrar tranquilos en la aventura que supone la lectura de esta novela porque no les van a contar más de lo mismo.
La novela desarrolla además líneas argumentales paralelas no exploradas en el primer arco del comic sobre los personajes que rodean a B, lo que permite abrir nuevas puertas y ventanas que oxigenan el universo de ficción que ya conocemos, lanzado a la exploración de otros caminos alternativos, respetuosos con el original pero al mismo tiempo dotados de su propia personalidad, como no podía ser menos en manos de China Miéville.
El resultado es un juego metafórico sobre la curiosidad, la ignorancia y el miedo a lo desconocido hilado con la forja de religiones y contra religiones que mantienen un pulso entre la idea de la vida y la idea de la muerte. Ambas se materializan en personajes cuya pertenencia a la tradicional estructura de héroes y villanos, protagonistas y antagonistas, queda puesta en cuestión continuamente por una mirada escéptica muy saludable desde el punto de vista de la reflexión. En la misma puede verse reflejada la humanidad de cualquier época, siempre abocada a entregarse a la creación de dioses y demonios para adquirir una falsa calma con esos placebos ante el abismo del miedo a la muerte.
Profundizar y contar lo que no se podía o quería contar en el comic, o quizá atender al desarrollo posterior de ideas desde la premisa inicial de las viñetas, permite entrar en la exploración de la dualidad de percepción de Unutu, que puede ser un asesino, y B, un socio guerrero de las operaciones encubiertas de un gobierno corrupto, abriendo además ventanas a su pasado, a través del enigmático puerco ciervo, una mascota letal que le persigue al mismo tiempo atrapada en su dual naturaleza de compañero y antagonista, y de la que merece la pena qué representa metafóricamente hablando, ¿quizá la naturaleza más primaria y brutal de Unutu?, junto con el pasado sentimental del inmortal protagonista asociado a distintos personajes clave de su pasado, claves que contribuyen a redefinirlo psicológica y socialmente.
En algún momento de la lectura he caído en la tentación de recordar la leyenda del Minotauro al pensar en ese laberinto que forman las instalaciones del complejo de investigación con fines militares, en el que Unutu es un Teseo que se mira en el espejo del Minotauro representado por el puerco ciervo, con sus propios compañeros convirtiéndose en víctimas de un sangriento sacrificio.
Thomas N. Scortia, el autor de uno de los libros en los que se inspiró la taquillera película El coloso en llamas, que disfruté en los días de su estreno siendo un adolescente de los setenta, propone en esta antología de relatos 17 visiones de la ciencia ficción en otros tantos relatos cortos.
Tal como señala Carlo Frabetti en su breve introducción ara esta antología, hay algo del tono apocalíptico de Edgar Allan Poe en la mayoría de los relatos, y no solo en el que rinde homenaje a esa joya de la literatura y el horror que es La máscara de la muerte roja, traducida por Scortia a la ciencia ficción en su pesadilla de Marte terraformado para el segundo mejor relato de la colección: Vieja, vieja muerte en Nueva, Nueva Venecia, solo superado por el mejor relato del libro que es El fatigado río, un auténtico paseo por el laberinto de la vejez, el amor y el anhelo de muerte en el que aborda el complicado tema de la eutanasia ya en 1973, al tiempo que perfila una visión de colapso moral y social de nuestra especie.
Pero además de esa predisposición para manejar estos cuentos para adultos desde una notable astucia y eficacia narrativa que hace de ellos una buena escuela para narradores y una buena lectura para aficionados al género y al relato corto, Scortia manifiesta una peculiar habilidad para abocetar en los mismos claves sociológicas y psicológicas muy de reveladoras del mundo contemporáneo en el que se publicaron estas historias -entre 1954 y 1973-, con una dominante en sus temas que es la creciente sensación de fracaso y soledad a nivel tanto individual como colectivo.
En sus relatos hay desde alusiones a la frustración y la inseguridad sexual en una sociedad de consumo como la que muestran Cuando llegué a Phoenix, Una rubia en el congelador, Narciso en flor y ¡Vaya, Wurlitzer! ¡Es un papá!, a sólidos y muy distintos paseos por paisajes de soledad como Transformación, Cuando escuche la señal y Costilla de mujer.
Al mismo tiempo se muestra como un buen tejedor de intrigas breves pero contundentes, o mejor dicho, de la comprobada eficacia de la brevedad en el relato de intriga en Precaución: ¡Inflamable!, Aunque caiga un gorrión, La última guerra, El pez Judas y La esposa del Premier, que tanto me ha recordado el asesinato de Kennedy y las teorías de conspiración que lo rodean, quinteto marcado por comienzos que atrapan y desenlaces que van más allá de la sorpresa para afincarse en un sentimiento de lacónico fatalismo existencial.
Cuando un maestro del nivel de Herzog se dedica a escribir sobre su vida y su cine es imprescindible conocer lo que piensa.
Apóstol de la experiencia real, directa y peligrosa de la vida, el director alemán, que dice no haberse sentido nunca cómodo con la etiqueta de Nuevo Cine alemán afirmando que sus películas siempre han ido por otros derroteros, es poseedor de una vida viajera de caminante y explorador de la realidad en la que se inspiran sus trabajos tras las cámaras, su carrera como escritor de libros que son una escuela de vida, y sus montajes de óperas.
Herzog, creador máximo e incuestionable, poeta de la verdad, nos recuerda que: " Uno puede aprender a escribir a máquina, pero no se aprende a ser poeta estudiando literatura"
O dicho de otro modo, que el poeta, como el cineasta o cualquier otro creador, necesita vivir para alumbrar con su mirada sobre esa vida los temas que aborda.
Afirmando " He abordado el tema de la verdad en todas mis películas", y que "La verdad no tiene por qué coincidir con los hechos", Herzog nos revela en este libro mucho sobre su cine y mucho más sobre la vida, dando la clave esencial que debería regir en todo momento la trayectoria de todo creador: "Sólo la poesía, la invención de los poetas, puede revelar una capa más profunda, una especie de verdad. Para ello he acuñado el término de verdad extática".
Aprovechando que estamos en la semana de estreno de 28 años después, la película de Danny Boyle y Alex Garland, recomendó la caz y captura de esta interesante novela apocalíptica situada también en Gran Bretaña y que muchos años antes de que los dos cineastas empezaran su saga de infectados con 28 días después ya abordó un paisaje de caos y hecatombe mostrando como incluso la sociedad que presume de de la más civilizada del planeta puede precipitarse en tan solo unas horas a la barbarie y la involución, un tema este último que curiosamente está también muy presente en la tercera entrega de la saga cinematográfica que ahora acaba de estrenarse.
La diferencia: en la novela no hay infectados, sino un virus que contamina los sembrados de todo el mundo, empezando por China, y sumiendo al planeta en el hambre.
Ese paisaje de apocalipsis alimenticia está muy bien descrito y tratado con rigor geopolítico en la primera parte de la novela con un tono que haría merecedora a esta propuesta de ser adaptada al cine por Garland en un tono similar al que aplicó en su película Civil War.
En el centro de todo eso, dos familias se enfrentan a la hecatombe buscando sobrevivir a toda costa, poniendo a prueba todos los valores morales que dicen haber cultivado a lo largo de su vida, y dos hermanos se enfrentan intentando sobrevivir, abordando así el pulso entre dos decisiones que también se plantean en 28 años después: aislarse por miedo o interactuar plantando cara a la catástrofe y adaptándose a los cambios que plantea la nueva situación.
Este libro entra ya directamente en la lista de los diez mejores que voy a leer este año, y suelo leer bastantes.
Suma una visión del western que suena a guion de Taylor Sheridan dirigido por Sam Peckimpah y añade a su tono crepuscular una dosis de intriga policial y relato de proto gángsteres protagonizado por un emulador oscuro y siniestro del Huckleberry Finn de Mark Twain y por un sheriff de más de sesenta años que está de vuelta de todo y sería el papel perfecto para que un Clint Eastwood tres décadas más joven hubiera cerrado su carrera como actor en un mundo más perfecto que el nuestro.
Y ya lo tienes.
El mal desatado y gráficamente violento en los orígenes de un país devorado por la violencia hasta su mismísima cuna.
Todo lo contrario.
Pero desde su encuentro con la poesía trasladada a la imagen, la provocación trasladada a la pantalla grande, la reflexión política convertida en tiempo y movimiento, este libro nos revela claves esenciales del pensamiento de uno de los directores esenciales del cine en el siglo XX.
Este es el Pasolini que piensa que el cine es metonimia, no metáfora, y hace que sus películas sean metonímicas, no metafóricas.
Es el rey del pastiche que cita como sus maestros a Carl Theodor Dreyer, Charles Chaplin y Kenji Mizoghuchi, de los cuales afirma que observan las cosas desde un punto de vista absoluto, esencial, religioso, sacro, y al mismo tiempo reconoce en sus películas la influencia pictórica de Masaccio, Pontorno, Rosso Fiorentino.
Este es el director que dice elegir a sus actores por lo que son, no por lo que tienen que interpretar.
Un cineasta que no duda en reconocer que sus películas no pretenden tener un sentido completo, recordando lo que afirmaba el filósofo Roland Barthes, que el cine no debería aspirar a tener sentido sino a suspenderlo.
El Pasolini que presume de que sus películas siempre terminan con una pregunta.
Un director que expresa que para él lo esencial es el montaje, porque la duración de una imagen es de fundamental importancia y que señala como la principal diferencia de su cine frente al del neorrealismo de las tomas muy largas es que él rueda en tomas muy cortas.
Un enamorado de El arpa birmana, de Kon Ichikawa.
El hombre que afirmó: "Odio la naturalidad, lo reconstruyo todo", y afirma que el teatro es una especie de plano secuencia y junto al cine representa la realidad mediante la realidad.
Todo eso puede aprenderse en este libro, una entrevista que repasa lo más humano y lo más sacralizado de un director único, difícil, o quizá, después de leer este libro, no tanto.
"Bello es contemplar la sombras de color en los planetas de la luz eterna".
La mejor oportunidad de leer algo diferente sobre una historia de las cruzadas más crítica y objetiva, que además es perfectamente extrapolable a muchos otros fenómenos y momentos históricos de nuestro pasado.
Una buena ración de reflexión y mucho que pensar sobre un fenómeno de conspiraciones y desinformación que lamentablemente sigue caracterizando a nuestra sociedad.
Ademas, este libro es un excelente ejemplo de aplicación de la geopolítica del siglo XI al XIII.
Una misión imposible.
Una adaptación imposible.
A esa conclusión he llegado después de leer esta semana está novela de la serie Warhammer 40.000 que me prestó mi colega @Telly_chavalas.
El audiovisual de nuestros días no es capaz de adaptar con fidelidad el verdadero espíritu salvaje y oscuro de WARHAMMER 40.000.
Basta con leer cualquier novela para saber que en el mejor de los casos van a maquillar y dulcificar el original para convertirla en un Star Wars de hacendado y en el peor le darán la vuelta al calcetín hasta tal punto que parecerá un capítulo de los Teletubbies en plan malote.
En cuanto a la novela propiamente dicha, muy divertida. De las más divertidas de la nueva fase que he leído. Y más accesible que otras para entrar en esta nueva fase y entender de qué va la cosa y qué está pasando en este universo de terror y ciencia ficción, y conste que he citado los géneros por ese orden a propósito.
En cuanto a las posibilidades de que este universo llegue al audiovisual con su verdadera personalidad, presento como prueba una de las muchas páginas del libro.
Hoy en clase de análisis fílmico algún alumno o alumna me ha dejado este pato justo en el centro del laberinto de Cthulhu mientras yo iba miccionar.
Naturalmente he adoptado al bicho entre mis talismanes y hasta me estoy pensando ponerle nombre.
Decidido: el pato se llama Lovecraft.
Pan no pide, lo cual le honra.