ASESINOS DEL ESTADO EN LONDRES: OTRA JOYA DEL CÓMIC DE IGOR KORDEY
Smoke. Los niños buenos crecen para ser soldados es el tipo de historia que debería estar circulando por los institutos y los campus universitarios como material de lectura y análisis para debates en las aulas. Pero eso no puede ocurrir en un mundo donde solo nos interesa saber cuál es la última tontería que se le ha ocurrido al imbécil de moda en las redes sociales y la excrecencia de las mismas en que se está convirtiendo la televisión monotemática -ahora en buena parte de los medios, y sobre todo en internet, incluso las noticias más serias son tratadas como si fueran un chisme- que adorna y alimenta las esquinas más miserables de nuestros días.
Pero ahí están Igor Kordey en el dibujo y Alex De Campi en el guión para seguir en la trinchera abonando nuestro juicio crítico por la vía de la fabulación sobre conspiraciones en una historia que reclama las claves de escepticismo inteligente y cinismo bien aplicado de las que se alimentan las mejores tramas de intriga política.
La consigna es sencilla: no te fíes de ellos.
En un Londres de una Inglaterra que se está partiendo en dos y va camino de sufrir las peores consecuencias de mantenerse fuera de la Unión Europea y sin el euro, siempre hay alguna luminaria del gobierno dispuesta a solucionar las crisis económicas a base de truculentas maniobras de distracción y algún que otro asesinato para hacer caja.
Kordey vuelve a sacar todo ese mal que constituye el paisaje interno de sus criaturas. En sus mejores historias no hay protagonistas ni antagonistas, todos buscan si camino al éxito desde alguna forma de perversión.
Desde su arranque rinde homenaje al cine de acción al tiempo que construye una corriente de intriga que atravesará toda esta historia de principio a fin dejando tras de sí una inquietante percepción de esa "otra política" de tiempos de cólera en la que el fin siempre parece justificar los medios.
Y, hablando de medios, ¿Qué es de los medios de comunicación? ¿Cuáles son sus decisiones y propuestas para moverse en tan ponzoñosa sociedad? Kordey define ese asunto con una descripción visual del redactor jefe del Comer con los ojos siempre ocultos por la sombra de su visera, con un diálogo elocuente sobre sus intereses y criterio profesional, y jugando con el recurso del cine negro construyendo sombras desde las persianas venecianas de su despacho. En conclusión: otro tipo que no inspira confianza.
Lo dicho: no te puedes fiar de nadie, o lo que es lo mismo, cultiva tu escepticismo incluso ante el asesino albino protagonista -¿Homenaje al Elric de Michael Moorcock, otro esencial del cultivo del escepticismo crítico frente a la realidad?-, ni ante el equivalente de mentor de las sombras que parece inspirado visualmente en Peter Cushing, esa institución del cine de terror y fantasía británico.
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