jueves, 3 de agosto de 2023

JOKER: EL HOMBRE QUE RÍE

 

Ed Brubaker y el género negro vuelven a asociarse en este reencuentro con la primera aparición del antagonista principal del Caballero Oscuro en el número 1 de Batman, pero con un abordaje gore de las consecuencias de los atentados del Príncipe Payaso del Crimen que era imposible en el momento en que se publicó esa versión.

Joker es presentado en ausencia a través de los cadáveres de sus víctimas, con las claves visuales del asesino en serie que utilizó David Fincher en su película Seven. 

El cómic de Ed Brubaker y Doug Mahnke se construye sobre dos temas centrales. Por un lado la relación del todavía Capitán Gordon y un Batman de la primera época, en una primera fase en la que los dos personajes se siguen tomando las medidas y todavía no han alcanzado el grado de confianza y colaboración que tendrán más tarde. 

Ese primer tema se refleja en la manera en que las viñetas manejan a los dos personajes en relación con el espacio que ocupan en las mismas, subrayando con elegancia sutil las inseguridades que todavía pesan más que las certezas en esa relación.

La coreografia de esta página marca la distancia entre ambos personajes incluso cuando comparten la primera viñeta muy próximos entre sí, casi asfixiados por los límites del cuadro, sin aire ni entre ellos, y esa primera viñeta marca ya que toda la página está dedicada a definir lo que piensa y siente Gordon.

El policía está de perfil pero más cerca, compone un gesto de agotamiento con la mano sobre el tabique nasal que le da todo el protagonismo de movimiento y lo hace más cercano al lector, y además tiene menos aire a su alrededor que Batman, de frente, con mirada severa e inquietante, una especie de Golem enmascarado con la mitad del rostro en sombra para subrayar esa ambigüedad bajo la que lo ve Gordon, rodeado de secretos por descubrir. 

La segunda viñeta separa a los personajes, cada uno con su propia puerta de salida del lugar, subrayando que siguen caminos distintos, el del vigilante y el del policía, pero nuevamente es este último el que ocupa una posición y más vulnerable, con su puerta para salir de esa especie de laberinto que plantean los crímenes de Joker más lejos y casi fuera del cuadro, mientras que Batman tiene la puerta abierta, más cerca y completamente dentro del cuadro. 

Los caminos que todavía separan y distancian a los dos personajes quedan más subrayados en la línea medular de la página, la viñeta horizontal de mayor tamaño que visualmente entrega todo el poder a Batman con ese perfil más cercano y dominante y dándole todo el protagonismo también en el diálogo, mientras Gordon, más lejos, sin diálogo y vencido, con su gabardina de hombre corriente frente al disfraz del vigilante disfrazado de murciélago, queda a espaldas de este último completando una metáfora de las dos caras de una misma moneda, pero ambas opuestas en sus caminos, recursos y métodos para cazar al asesino y resolver el caso. 

Finalmente, las dos viñetas inferiores rematan la coreografía visual llegando a separar a los personajes, confirmando esa búsqueda de identificación del lector o lectora con la normalidad de Gordon frente a la excepcionalidad de Batman, lo que de paso convierte al policía en una especie de reflejo en el que nos reflejamos como personas corrientes frente al vigilante. 

Las dudas que alberga Gordon sobre Batman se materializarán luego en su mirada como respuesta silenciosa a la pregunta de un periodista. 

Detalle para tener en cuenta: la historia está narrada con un doble monólogo interior en textos en off de Gordon y Bruce Wayne/Batman que se complementan, igual que se complementan, pero de otro modo más siniestro, Batman y Joker. 

Al contrario de lo que ocurre con Gordon y Batman, la relación de Batman y Joker queda explicada no en una coreografía de páginas completas sino en varias viñetas que explican un vínculo más perturbador entre ambos. Es como si Bruce Wayne y Batman se miraran en un espejo deformante cuando se encuentran con Joker. La imagen de alter ego, el rostro en el espejo que les une a ambos, diferente del vínculo que se establece entre el vigilante enmascarado y el policía, queda insinuada en varias viñetas.



Pero entre las mismas la más perturbadora es la que muestra a un Bruce Wayne casi convertido en Joker al ser contaminado por su veneno mortal de la risa.

 Significativamente ese será el camino del vigilante enmascarador para entrar en la mente de su antagonista y resolver el caso. 

O simplemente dejarlo aplazado para la siguiente aventura. 



ASESINOS DEL ESTADO EN LONDRES: OTRA JOYA DEL CÓMIC DE IGOR KORDEY

 

Smoke. Los niños buenos crecen para ser soldados es el tipo de historia que debería estar circulando por los institutos y los campus universitarios como material de lectura y análisis para debates en las aulas. Pero eso no puede ocurrir en un mundo donde solo nos interesa saber cuál es la última tontería que se le ha ocurrido al imbécil de moda en las redes sociales y la excrecencia de las mismas en que se está convirtiendo la televisión monotemática -ahora en buena parte de los medios, y sobre todo en internet, incluso las noticias más serias son tratadas como si fueran un chisme- que adorna y alimenta las esquinas más miserables de nuestros días. 

Pero ahí están Igor Kordey en el dibujo y Alex De Campi en el guión  para seguir en la trinchera abonando nuestro juicio crítico por la vía de la fabulación sobre conspiraciones en una historia que reclama las claves de escepticismo inteligente y cinismo bien aplicado de las que se alimentan las mejores tramas de intriga política. 

La consigna es sencilla: no te fíes de ellos. 

En un Londres de una Inglaterra que se está partiendo en dos y va camino de sufrir las peores consecuencias de mantenerse fuera de la Unión Europea y sin el euro, siempre hay alguna luminaria del gobierno dispuesta a solucionar las crisis económicas a base de truculentas maniobras de distracción y algún que otro asesinato para hacer caja. 

Kordey vuelve a sacar todo ese mal que constituye el paisaje interno de sus criaturas. En sus mejores historias no hay protagonistas ni antagonistas, todos buscan si camino al éxito desde alguna forma de perversión.

Desde su arranque rinde homenaje al cine de acción al tiempo que construye una corriente de intriga que atravesará toda esta historia de principio a fin dejando tras de sí una inquietante percepción de esa "otra política" de tiempos de cólera en la que el fin siempre parece justificar los medios. 


Y, hablando de medios, ¿Qué es de los medios de comunicación? ¿Cuáles son sus decisiones y propuestas para moverse en tan ponzoñosa sociedad? Kordey define ese asunto con una descripción visual del redactor jefe del Comer con los ojos siempre ocultos por la sombra de su visera, con un diálogo elocuente sobre sus intereses y criterio profesional, y jugando con el recurso del cine negro construyendo sombras desde las persianas venecianas de su despacho. En conclusión: otro tipo que no inspira confianza. 

Lo dicho: no te puedes fiar de nadie, o lo que es lo mismo, cultiva tu escepticismo incluso ante el asesino albino protagonista -¿Homenaje al Elric de Michael Moorcock, otro esencial del cultivo del escepticismo crítico frente a la realidad?-, ni ante el equivalente de mentor de las sombras que parece inspirado visualmente en Peter Cushing, esa institución del cine de terror y fantasía británico. 





miércoles, 2 de agosto de 2023

ZOMBIES, VACAS, COLAPSO, AGOTAMIENTO Y DESPIlFARRO

 

La mayor parte de las veces solo hay que volver a leer a los clásicos para poner otra vez los pies en la tierra, aunque luego nuestra falta de voluntad nos impida poner por obra lo que hemos vuelto a aprender con ellos. 

El otro día iba en el bus dejando que mis ojos rebotaran como una pelota de ping pong entre los viajeros, saltando de una cara a otra, y vi muchas caras cansadas, aburridas, desanimadas. 

Mucha decoración exterior, eso sí, y una máscara de energía frustrada que apenas podía ocultar el agotamiento que acechaba debajo de los rasgos artificiales de persecución ininterrumpida de sueños y adicción a nuestros juguetes tecnológicos. 

Pero poca ilusión y cada vez menos vida.

Recuerdo que hace unos años me entrevistaron para el documental Mom, I'm A Zombie (Héctor Sánchez, 2011) ( https://m.imdb.com/title/tt2117923/?ref_=tt_mv_close ). A la última pregunta -¿Qué harías para sobrevivir en un holocausto zombi? - contesté: Dejar que me muerdan. 

Quienes me preguntaron no lo sabían, pero opino que ahora ya todos somos de alguna forma zombis. 

Y sobrevivimos siéndolo. 

Así que enhorabuena: misión cumplida.

Ahí os dejo una conclusión muy reveladora de Marvin Harris en La madre vaca. 






CINCO DISPAROS CONTRA LA LUNA







 

martes, 1 de agosto de 2023

LOS ETERNOS: EL FACTOR HERODES

Roy Thomas y Dann Thomas ponen el guión y Mark Texeira el dibujo en la atracción principal de este circo de tres pistas visual y argumental que es este tomo protagonizado por Los Eternos, que en cine fueron secuestrados para dar pie a una decente película de ciencia ficción que no tenía finalmente mucho que ver con ellos, pero no por eso era tan mala como algunos pretendieron. 

Yo con los tomates que me cayeron por defenderla me preparé una ensalada, pero sigo pensando que era una película digna, si bien, como viene ocurriendo en el audiovisual de Marvel Studios decidieron olvidarse totalmente de aquello que adaptaba y prepararon una cosa distinta a la que proponen las viñetas. 

En este tomo y concretamente en El factor Herodes, primer arco argumental del mismo, destaca esa eficacia del cómic bien ejecutado para poner al lector en situación y trasladarnos en poco más de cuatro páginas a mundos que nunca podremos ver en esa misma magnitud recreados en el cine continuamente en todo el metraje de la película -salvo quizá en los pantagruélicos y multimillonarios despliegues de James Cameron en Avatar-, porque los presupuestos y la propia necesidad de ritmo y continuidad del audiovisual no lo contemplan. 


Un arranque así, tomando como referencia la Revolución Francesa y la guillotina para trasladarlas al mundo de los Desviantes en la mitológica Lemuria hundida en las más remotas profundidades del mar, engancha por su toque de relato pulp disparatado, que es característico de las peripecias de Los Eternos y en la variante cinematográfica se sustituyó por un cóctel de ciencia ficción y una versión de hacendado de La Liga de la Justicia de la DC. 
Menos dinero y más pulp era la clave. 
No siguieron el camino marcado por el cómic. 
Pero el cómic sí se permite el lujo de tomar como referencia el cine y sus clásicos, como Metrópolis, de Fritz Lang, que encaja bien con el espíritu de estos personajes. 

O el cine de terror de serie B, que también le cuadra al tono de fusión pulp de fantasía, ciencia ficción y mitología con referencia a la siempre eficaz cita de las civilizaciones perdidas.
Y en el segundo arco argumental y
del tomo, cruce con Los Vengadores, incluso pueden invocar la alusión visual al cine de ciencia ficción de los años cincuenta asociada a la hibridación del género de capa y espada.

Llegado el caso pueden tirar hasta de los guiños al cine péplum de gladiadores, demostrando una capacidad para acumular referencias propia del cine de explotación de los años cincuenta, sesenta y setenta. 
Y para rematar este repaso de viñetas y páginas que constituyen algunos de los aportes más divertidos de este tomo, un resumen de la habitualmente enrevesada trama de origen de Los Eternos para que los debutantes en su narrativa no se pierdan. Todo muy claro resumido en una doble página en el tercer arco argumental. 

Por cierto, mi agradecimiento al colega Telly Chavalas, que me prestó este cómic hace un año y pico y ha tenido la paciencia de no mandarme a la puerta de casa a dos sicarios para que se lo devuelva. 
Gracias tío. Ya sabes: mucho que leer y poco tiempo. 
Esta semana te lo llevo de vuelta. 


lunes, 31 de julio de 2023

RYU MURAKAMI: AUTODESTRUCCIÓN Y POESÍA

 

Podría decir que es una de las novelas más perturbadoras que he leído, pero estaría  mintiendo y además precisamente este libro me ha recordado que no hay libros ni palabras perturbadoras, sino maneras perturbadas de leer esos libros y esas palabras. 

A mis 61 años y en un mundo que la mayor parte del tiempo me parece más falso que el alma del propio Judas -quien por otra parte siempre me ha parecido un cabeza de turco como otro cualquiera y un elemento imprescindible sin el cual la narrativa no avanzaría ¿Qué sería de los traicionados sin los abnegados traidores?-, considero un regalo toda posibilidad de que algo me saque de la monotonía previsible y ponga en fuga al último residuo de puritanismo imbécil que todavía puedas ocultarse en alguna parte de mis pensamientos desde la que espera agazapado para pillarme desprevenido dispuesto a gritarme sus gilipolleces. 

Reconozco que me ha costado superar las veinte primeras páginas de vómitos y orgías de este libro. Consiguieron dejarme tan asqueado como para plantearme algo que para mí es un sacrilegio: dejar un libro a medias. Puedo dejar una película a medias, pero un libro no. Quizá porque.en definitiva la película me impone sus imágenes, pero lo que yo decida ver cuando leo un libro es asunto mío. 

Así que durante unos minutos, cerré el libro y estuve a punto de abandonarlo. Afortunadamente no lo hice. Volví a abrirlo, y tras pasar por una orgía aúnas brutal que las anteriores confiando en que todo eso iba a conducirme a aprender algo, en algún momento los personajes dejaron de drogarse, vomitar, follar, volver a vomitar y volver a follar, y empezaron a quitarse sus máscaras para mostrar toda su vulnerabilidad, todo su dolor, toda su desorientación y desvelar su profunda angustia al saberse irremisiblemente perdidos. 

Y entonces empezó a entrarme en vena toda la poesía de este saludablemente indigesto y recomendable monstruo novelesco que es Azul casi transparente. Hasta llegar al último capítulo y ver lágrimas corriendo como un torrente entre todas y cada una de esas líneas. Hasta quedarme atrapado en la última frase, esa ingenua confesión del autor diciéndole a Lilly lo que le gustaría  decirse a sí mismo para convencerse de que se puede recuperar lo irrecuperable, la inocencia definitivamente pérdida tras caer en la trampa de escribir y reflexionar sobre la pérdida de la inocencia en su novela. 

Así que sí, la pelea con el libro al principio ha merecido la pena, y no solo porque su narrativa aparentemente truculenta y tremendista de las primeras páginas se revela con su verdadera naturaleza de grito desesperado de vulnerabilidad cuando se hace a un lado y la poesía corre el telón de la farsa, sino porque ha servido para recordarle a los rescoldos calcinados del pudibundo puritano que todavia llevo dentro que piense un poco y no sea tan gilipollas, que ya tenemos una edad para que nos moleste lo que no es otra cosa que una visión extrema de la vida que personalmente no comparto pero tampoco soy quien para juzgar si quiero ser fiel a mi convencimiento de que en lo esencial todos somos iguales. Acojonados todos, alucinados todos, perdidos todos, ilusos todos, deliciosamente vivos y equivocados e ingenuos todos. Y todo eso es lo que nos hacer humanos. 

Esas primeras páginas no son un error. En todo caso el error estará en aquel que las lea con mala intención, con intención de juzgarlas o llevado por el morbo. En realidad esas primeras páginas duras son el primer regalo del escritor en forma de reto. Ejercen como un filtro o una especie de ritual de iniciación. Si el lector no las supera no merece disfrutar de la poética tristeza de esa última línea escrita desde una irreductible e inocente nostalgia.

Esas primeras páginas de droga y orgías brutales, de vómitos y abusos, me hacen pensar en un libro que no desea ser leído y se convierte así en espejo de sus protagonistas viviendo una vida que no desea ser vivida. 

Y a partir de ahí todo lo demás encaja: el papel simbólico del ananás podrido lanzado a los pájaros que me ha recordado, como muchos otros momentos, a la película Repulsión, de Román Polanski, y las cucarachas destripadas convertidas en recurso pictórico que podrían ser hermanas de las hormigas de Un perro andaluz de Buñuel, o el pájaro negro que vuela como una sombra sobre todas y cada una de nuestras vidas. 





WESTERN=BLUEBERRY (4): EL HOMBRE DEL PUÑO DE ACERO

 

Blueberry sigue en esta continuación de El caballo de hierro metido de lleno en la épica de los ferrocarriles, herramienta de conquista del territorio del lejano y salvaje oeste en la narrativa estadounidense, pero mirada con ojos muy europeos por Charlier y Giraud.

El hombre del puño de acero es el segundo acto de la saga dedicada al tendido de la vía férrea, una aventura que todavía no concluye en este tomo pero alcanza nuevas citas de violencia y masacre, con todo un récord de víctimas en su desarrollo. 

Es u a buena ocasión para incorporar a las fuentes de inspiración a otro maestro del western, Anthony Mann, como me señaló el otro día Telly Chavalas cuando charlábamos de cosas de comics en su casa. 

Mann, y sobre todo su uso del paisaje en el ciclo de westerns que dirigió con James Stewart como protagonistas, es fuente clásica del género muy a tener en cuenta cuando hablamos de Blueberry, como entenderá cualquiera que haya visto ese clásico del género en la pantalla grande que es Colorado Jim. 

Es interesante la forma en que los comics de Blueberry heredan la asociación de la figura humana con el paisaje trasladada de la pantalla cinematográfica a las viñetas, con Giraud adaptando a sus dibujos todas las líneas de tensión en picado y contrapicado que dominan Colorado Jim a lo largo de todo su metraje. 

La gramática de sinergia entre figuras humanas y paisaje en Mann es diferente de la que aplican otros maestros del género como John Ford, Howard Hawks, Sam Peckinpah o Sergio Leone, antecedentes todos ellos esenciales de los comics de Blueberry. 

Mann propone una relación más orgánica y en igualdad de protagonismo entre humano y paisaje que otros directores, de modo que en sus manos los paisajes retienen identidad propia frente a las figuras humanas d que entre ellos se desplazan y viven sus aventuras, en lugar de someterse a los mismos como herramienta de realce de su épica. Los paisajes de Mann poseen su propia épica a un nivel superior que minimiza y somete a los atribulados y truculentos antihéroes confusos de sus películas, poseedores de conflictos y psicologías en general más complejas que las de otros personajes de westerns de esa misma etapa. Los paisajes de las películas de Anthony Mann no son por tanto rehenes o recurso pictórico de fondo en el arco de desarrollo de los personajes, sino más bien sus compañeros de viaje. Unos compañeros de viaje que miran con cierto escepticismo a los personajes, como entes superiores a ellos que contemplan las miserias de sus laberintos. 

El otro aspecto que vuelve a destacar en esta entrega es la capacidad de los comics de Blueberry para replicar planos y ángulos expresivos del lenguaje del cine como herramienta para poner en movimiento a sus viñetas tendiendo un puente entre cómic y cine. Un terreno en el que se muestra superior a muchas películas. 





Manga: Shark Panic, digna heredera de Tiburón en viñetas

  Está mañana llegaba a librerías uno de los mangas que con más interés esperaba en este verano: Shark Panic, de Tsukasa Saimura. Homenaje a...