WESTERN=BLUEBERRY (4): EL HOMBRE DEL PUÑO DE ACERO

 

Blueberry sigue en esta continuación de El caballo de hierro metido de lleno en la épica de los ferrocarriles, herramienta de conquista del territorio del lejano y salvaje oeste en la narrativa estadounidense, pero mirada con ojos muy europeos por Charlier y Giraud.

El hombre del puño de acero es el segundo acto de la saga dedicada al tendido de la vía férrea, una aventura que todavía no concluye en este tomo pero alcanza nuevas citas de violencia y masacre, con todo un récord de víctimas en su desarrollo. 

Es u a buena ocasión para incorporar a las fuentes de inspiración a otro maestro del western, Anthony Mann, como me señaló el otro día Telly Chavalas cuando charlábamos de cosas de comics en su casa. 

Mann, y sobre todo su uso del paisaje en el ciclo de westerns que dirigió con James Stewart como protagonistas, es fuente clásica del género muy a tener en cuenta cuando hablamos de Blueberry, como entenderá cualquiera que haya visto ese clásico del género en la pantalla grande que es Colorado Jim. 

Es interesante la forma en que los comics de Blueberry heredan la asociación de la figura humana con el paisaje trasladada de la pantalla cinematográfica a las viñetas, con Giraud adaptando a sus dibujos todas las líneas de tensión en picado y contrapicado que dominan Colorado Jim a lo largo de todo su metraje. 

La gramática de sinergia entre figuras humanas y paisaje en Mann es diferente de la que aplican otros maestros del género como John Ford, Howard Hawks, Sam Peckinpah o Sergio Leone, antecedentes todos ellos esenciales de los comics de Blueberry. 

Mann propone una relación más orgánica y en igualdad de protagonismo entre humano y paisaje que otros directores, de modo que en sus manos los paisajes retienen identidad propia frente a las figuras humanas d que entre ellos se desplazan y viven sus aventuras, en lugar de someterse a los mismos como herramienta de realce de su épica. Los paisajes de Mann poseen su propia épica a un nivel superior que minimiza y somete a los atribulados y truculentos antihéroes confusos de sus películas, poseedores de conflictos y psicologías en general más complejas que las de otros personajes de westerns de esa misma etapa. Los paisajes de las películas de Anthony Mann no son por tanto rehenes o recurso pictórico de fondo en el arco de desarrollo de los personajes, sino más bien sus compañeros de viaje. Unos compañeros de viaje que miran con cierto escepticismo a los personajes, como entes superiores a ellos que contemplan las miserias de sus laberintos. 

El otro aspecto que vuelve a destacar en esta entrega es la capacidad de los comics de Blueberry para replicar planos y ángulos expresivos del lenguaje del cine como herramienta para poner en movimiento a sus viñetas tendiendo un puente entre cómic y cine. Un terreno en el que se muestra superior a muchas películas. 





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