Rider Haggard no defrauda las expectativas de sus seguidores en esta novela hasta ahora inédita y vuelve a demostrar por qué es uno de los mejores autores del género de aventuras. Sin embargo, como suele suceder en los ciclos de sus novelas, salvo en los derivados del que gira en torno a Alan Quatermain y su novela Las minas del rey Salomón, la más celebre de su producción, vuelve a mostrar su tendencia por dar más peso y espacio al enredo sentimental a que está sometido el personaje principal que a las aventuras o la reconstruccion histórica.
Olaf, el vikingo recorre el tiempo en distintas reencarnaciones anticipando las novelas y relatos de memoria racial de Robert E. Howard, en una novela que encaja en la fórmula de Ella, la diosa de fuego, desplegándose al mismo tiempo como un eco de otra novela de tema vikingo del autor, Erik, ojos brillantes.
El viaje de El collar de El Hombre Errante está narrado en tres fases relacionadas con los tres lugares en los que transcurre su trama, astutamente aligerada por el uso recurrente y también un tanto descarado de la elipsis, que se justifica con indulgencia en el carácter fantástico y un punto sobrenatural del camino que recorre el protagonista. El mundo vikingo da paso así a la corte de Bizancio, donde transcurre la parte central de la narración, que a su vez da paso al desenlace en Egipto en manos de musulmanas.
Ese es el tapiz en el que Rider Haggard su trama más sentimental que histórica o aventurera en la que nuevamente el autor plantea otros dos asuntos en los que lamentablemente no acaba de profundizar tanto como sería deseable: el viaje en torno a las distintas religiones y mitologías, y el duelo entre la ética y el poder que libran una batalla sangrienta en torno a Olaf, sometido a la permanente tentación de corromperse. En ese marco se dibuja también un tema recurrente en el novelista, el ejercicio del buen liderato, representado por Olaf, frente al mal liderato de otros personajes poderosos que van apareciendo en la trama de este viaje de madurez espiritual enfrentada a la corrupción política, que Rider Haggard envuelve en el papel de celofán de una trama romántica excesivamente dominante sobre todo lo demás mucho más interesante que hay en esta novela.

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