Mucho que decir sobre este libro editado inicialmente en 1975 y recuperado recientemente en una nueva edición.
Lo primero: es libro para leer de una sola sentada, imposible de aparcar de un día a otro en lectura interrumpida. Es libro para meternos de lleno en la pesadilla que viven sus personajes, gente corriente convertida en metáfora de una fábula terrorífica sobre el abuso reiterado.
Su construcción sencilla, su lenguaje sencillo pero no por ello ajeno a la mirada poética en la definición de sus paisajes, más real en tanto que surge de la propia experiencia de la autora en la contemplación de los mismos, sus personajes cercanos y sencillos, potencian la sensación inquietante que nos hace odiar y temer la llegada del jueves, el día en que sufren abuso y son despojados de algo mucho más importante que sus bienes materiales: su orgullo.
Joan Samson pone buen cuidado en no dejarse arrastrar y arrastrarnos al terreno de lo fantástico y construye su intriga inquietante siempre desde lo posible, lo terroríficamente posible, construyendo su libro sobre lo que, desgraciadamente para muchas personas, y si nos descuidamos para cualquiera de nosotros, se ha convertido en su pesadilla real y cotidiana.
Frente a otras interpretaciones, yo defiendo el carácter especial y esencial de esta novela como una de las mejores crónicas sobre el abuso que he leído.
Pero además en el prólogo que acompaña está edición, Grady la relaciona con la ola de novelas de terror en entornos rurales que se filtró también al cine en películas como El hombre de mimbre, La matanza de Texas (por su estilo y modo de manejar la tensión me recuerda también Perros de paja de Sam Peckimpah), entre otras. Hendrix explica que esa especie de subgénero del terror rural nació del desplazamiento de un millón de estadounidenses de las ciudades a los pueblos a finales de los años sesenta y principios de los sesenta, coincidente con la desilusión por lo que se miraba como una destrucción de los valores del país y el miedo a la violencia en las ciudades.
Otra interpretacion más cercana a lo sociopolítico ha definido la novela en su reedición como premonitoria de la primera presidencia de Donald Trump, su que ya puestos podría valer igualmente como metáfora de la autodestrucción del falso "sueño americano" enfrentado a sus propias pesadillas del pasado en un país que se rompe por sus costuras en la segunda presidencia de Trump.
Ante está interpretación conviene no obstante tener en cuanta la cronología y la fecha de publicación de la primera edición de la novela, que me lleva a pensar más bien en una metáfora de la sociedad estadounidense bajo la presidencia de Richard M. Nixon. La novela de publicó en 1975 y la presidencia de Nixon, que encaja muy bien con el principal antagonista, el subastador, abarcó de 1969 a 1974.
De uno u otro modo, y aceptando todas estas interpretaciones como interesantes, para mí El subastador es una crónica y al mismo tiempo una guía de supervivencia en cualquier situación y época de abuso.
Y en su texto deja bien claro que la clave es que el abusador, sea un sistema, un estado o un individuo, nunca actúa solo. Siempre encuentra cómplices, colaboradores, compañeros de viaje.
También es una crónica de cómo el abuso no afecta solo a un individuo o individua, sino a su entorno, y por extensión acaba pudriendo a toda la sociedad.
En ese sentido, es muy significativo que la autora trate a esa familia que sufre el abuso como un protagonista colectivo, y aborde el riesgo que corren y la resistencia que presentan sus miembros a entregarse s la violencia como solución de esa situación.

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