Como animal que vive en el territorio de los grises, perdido a medio camino entre lo blanco y lo negro, confieso que me resulta muy relajante volver a zambullirme en la contradicción porque me da la gana sin dejarme atar por la coherencia.
Aplicó lo mismo a las cosas que me tropiezo cada día, les robo el color para verla mejor mirándolas de otro modo.
Me limpio así las córneas y recuerdo la única constante que se aplica a los seres humanos: todos cometemos errores, quizá porque los árboles no nos dejan ver el bosque y porque siempre estamos distraídos pensando cuatrocientas mil gilipolleces por segundo que nos desconciertan.
Creo que nos pusieron aquí para probar cosas y equivocarnos. Que nos alimentamos de la incoherencia y las metidas de pata, y que tanto empeño en ser perfectos nos está convirtiendo en zombis gilipollas y obedientes.
Cada vez resulta más fácil despistarnos, distraernos mientras estamos haciendo una cosa y pensando otras diez o doce que nos gustaría hacer al mismo tiempo.
Necesitamos parar y perder el tiempo.
Paro y pierdo el tiempo robando el color a lo que veo. La vida es una oscuridad inquietante con pinceladas de momentos brillantes que nos deslumbran con menos frecuencia de lo que nos gustaría y para todos los que nos rodean pueden ser insignificantes.







No hay comentarios:
Publicar un comentario