A la vista de lo que he leído en los últimos tiempos, en lo referido a sobrexplotación y adaptaciones, creo que actualmente Solomon Kane tiene o más suerte o mejor salud o más puntería para encontrar buenos adaptadores que Conan el bárbaro, lo que en mi opinión le da ventaja y le proporciona mejor salud que a su hermanastro en el ceremonial de agitar y ordeñar el muñeco a ver si sigue dando leche que se traen autores y editoriales con estos personajes.
En lenguaje más cotidiano: que buena parte de los creadores y editoriales que se dedican a adaptar y explotar los personajes de Robert E. Howard se aplican más a cebarse con la repetición de las claves más superficiales, obvias y básicas del género de espada y brujería que a contar algo interesante, ampliar mitología, geografía, galería de personajes y conflictos de una manera interesante.
O dicho todavía más claro: que no tienen mucho que aportar y se dedican a meternos a rosca y sin vaselina una ración de más de lo mismo, tuneando ligeramente personajes e historias para darnos la enésima versión de lo que ya conocemos desde hace mucho tiempo en versiones mucho mejores que no parecen capaces de superar.
Nada de eso afecta a este comic. Sus autores se han ocupado de tomar el personaje de Solomon Kane y darle una personalidad diferenciada sin renegar ni prostituir los antecedentes del mismo.
Trabajan desde el respeto a la mitología y los antecedentes consiguiendo una fusión de lo clásico con nuevas influencias para proporcionarle identidad propia a su propuesta.
Los referentes elegidos son una clave para los buenos resultados y el interés creativo de este comic.
Los autores aplican la fórmula que ya le dio a Mark Millar y Steve McNiven un buen rendimiento en la exploración de un personaje sobreexplotado como es Lobezno en Old Man Logan, trasladándonos hacia una etapa de madurez de Solomon Kane en la que los horrores del pasado empiezan a pesarle más al personaje que los retos del presente.
La otra fuente de inspiración o referente, a la que los autores rinden cumplido tributo con gran solidez y sin caer en el guiño tontorrón y gratuito que prolifera como una especie invasiva y destructora de la fluidez y la madurez narrativa en el audiovisual y el comic de nuestros días es la película La bruja (2015), dirigida de Robert Eggers. La presencia de la misma impregna como un aroma de imaginación inquietante, estimulante y perturbadora esta aventura de un Old Man Kane que prácticamente podemos leer como un crossover que fusiona la película de Eggers con el espadachín puritano de Robert E. Howard, dando lugar a una especie de secuela escindida de La bruja.
Y lo mejor es que detrás de todo ellos sigue habitando la poética oscura del personaje que más acercó la Espada y Brujería de Robert E. Howard a la mitología del horror cósmico de H.P. Lovecraft.
El resultado es un comic de colección, con una edición muy cuidada que demuestra el afecto de los creadores por los personajes y mundos de ficción en los que se mueven y a los que aportan una renovada mirada propia y actualizada para seguir alimentando la mitología.


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