La normalización de la violencia en una sociedad lanzada hacia el abismo preside este libro.
Erik Larson describe con el talento de un novelista de intriga pero sin apartarse en ningún momento de la reconstrucción histórica de una época clave dfl siglo veinte lo que podríamos calificar como el prólogo de la Segunda Guerra Mundial.
Larson nos traslada a Berlín en la crucial etapa de primeros pasos del nazismo en el poder: 1933-1934.
El viaje que nos propone sigue los pasos del embajador de los Estados Unidos en Alemania, William E. Dodd.
A sus 64 años este profesor de Historia de Chicago acepta entrar tardíamente en una carrera diplomática en la que sus nuevos colegas del Servicio Exterior de Estados Unidos le consideran un torpe advenedizo y le dejaron totalmente totalmente vendido ante un régimen nazi que ganaba poder y preparaba ya la guerra liderado por Adolfo Hitler.
Aceptando la llamada para aceptar el puesto de un presidente Roosevelt que era un convencido intervencionista en secreto obligado a gobernar un país en el que el 95 por ciento de la población era aislacionista, y cuyos altos cargos pensaban que en Alemania no estaba ocurriendo nada preocupante, salvo el retraso en el pago de la deuda que había contraído con Estados Unidos, 1200 millones de dólares, Dodd era un idealista de costumbres frugales que no estaba preparado para hacerse cargo de esa embajada que nadie quería aceptar.
A pesar de tenerlo todo en contra, fue el primer cargo del gobierno de los Estados Unidos que supo advertir del rearme de Alemania y de la amenaza que suponía incluso antes de que Hitler alcanzará el poder absoluto tras la muerte de Hindenburg.
La explicación de por qué no fue tomado en serio por sus superiores, que de ese modo de convirtieron en cómplices de la catástrofe a través de la equivocada política de apaciguamiento, el origen de esa ceguera interesada y oportunista era sencillo: Estados Unidos estaba saliendo de la Gran Depresión y eligió ver en la calificada como revolución alemana del nacionalsocialismo una idealizada fórmula para salir de los problemas económicos y sanear un país que estaba hundido.
No vieron lo que estaba ocurriendo porque no quisieron verlo.
Y si en todo caso algo de eso los alarmaba, eligieron mirar hacia otro lado pensando que el gobierno nacionalsocialista no podía durar.
Sus propias culpas, mentiras, filias y fobias les pusieron una cómoda venda en los ojos para que no cayeran en la tentación de hacer frente a sus propios errores.
Y antes de que se dieran cuenta ya fue demasiado tarde para hacer nada.
Dodd lo vio venir y no le escucharon.
El libro es por tanto una mirada a la Historia que sirve muy bien como viaje a los primeros tiempos de la Alemania de Hitler, que revela o asienta muchos datos clave sobre la lucha por el poder de las distintas facciones y personalidades en esa etapa de despegue del nazismo, pero es también una herramienta de reflexión geopolítica sobre cualquier otra época y muy útil además a la hora de reflexionar sobre nuestra actualidad.
Su dosis de información sobre todo eso consigue que incluso pase por alto esas pinceladas dedicadas a las peripecias erótico festivas de la hija del embajador revestidas de romances, que contrastan en mi opinión negativamente con el resto. Opino
entre tanto ramaje sentimental el libro trata más superficialmente la evolución de Martha Dodd desde su inicial simpatía por el nacionalsocialismo a ser contactada por el NKVD para que ejerciera como espía al servicio de la Unión Soviética.
Pienso que es ahí donde el libro elige ser más novela que Historia.
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