Años setenta del siglo XX. En un verano de mi adolescencia estaba yo de vacaciones playeras por la costa mediterránea cuando me vino a las córneas un artículo sobre la ola de miedo que había desatado en Estados Unidos una película sobre tiburones.
Meses después disfruté de una de mis cinco películas favoritas, de riguroso estreno en la Gran Vía de Madrid, ocupando varios cines a la vez, en una época en que las colas para comprar entradas daban la vuelta a los cines y tenías que ir a comprarlas adelantadas varios días antes.
La semana pasada me encontré ese mismo artículo en una exposición sobre el mar a dos pasos de la Cibeles.
Y para redondear la jugada también había interpretaciones pictóricas de Tiburón y de mi momento favorito de la adaptación de Moby Dick dirigida por John Huston.
Demasiadas cosas que me gustan en el mismo sitio. No suele suceder.
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