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CÓMIC: KA-ZAR EL SALVAJE

Repaso al tercer tomo de los editados por Panini de este personaje que nació a la sombra del Tarzán de Edgar Rice Burroughs cruzado con otra obra del mismo autor, La tierra olvidada por el tiempo. Selva, dinosaurios y un tipo con cuchillo, taparrabos y mascota, en este caso un tigre dientes de sable que responde por el nombre de Zabú.

En su principio y en la mayor parte de su recorrido en los años setenta y ochenta, KAZAR fue uno de los más claros herederos de la literatura pulp en los comics Marvel.

Confieso que tiemblo al pensar en lo que podría hacer Marvel Studios con él si le mete mano en una adaptación al cine, aunque este tomo ya me ha dado algunas pistas de la destrucción del personaje que podría producirse como resultado de tal encuentro.

Me explico. El tomo contiene los primeros doce números de la colección Ka-Zar el SALVAJE, publicados de abril de 1981 a marzo de 1982, y claramente los guiones de Bruce Jones están menos inspirados, por decirlo de una manera elegante, que los dibujos de Brent Anderson, superiores a la propuesta argumental dubitativa, irregular, no muy original y claramente fallida en su intento de replicar las claves del pulp que presentan los guiones. 

Lo curioso es que en esos guiones de anticipan muchas de las claves que están llevando al cine de superhéroes de Marvel Studios y de su competencia en DC Warner a desmoronarse en la pantalla y en la taquilla, incluyendo la Santísima Trinidad de metidas de pata de las últimas películas del asunto: chistes tontos, intento fallido de reconstruir al personaje básico dándole la vuelta al calcetín a base de añadirle por las bravas vulnerabilidad y lloriqueo romántico-existencialista de puerta de retrete y simplificación de las características originales del mismo: tiene una mascota (un felino dientes de sable devaluado a condición de gato doméstico) y se mueve por su selva peleando su plañidera lucha de sexos con su pareja (una Shanna devaluada a la versión más simple y estúpida de la compañera del héroe atractiva pero absolutamente torpe, lo cual la convierte en cliché poco interesante), convirtiendo sus originales peripecias del género de aventuras en una mala comedia romántica. Lo que viene siendo un WaititiThor. 

De manera que este tomo confirma que la defenestración de los personajes originales ya se producía en las viñetas antes que en el cine y viene de lejos, concretamente de principios de los ochenta. 


Resumiendo: tomo muy agotador de lectura, pero muy satisfactorio de dibujo, especialmente cuando dejan que Brent Anderson pueda soltarse en el reciclado argumentalmente flojo que hace Jones del viaje al infierno de Dante, lo mejor de las trescientas y pico páginas de esta edición, junto con sus propuestas visuales a lápiz incorporadas como complemento junto con dos innecesarios rellenos de las aventuras infantiles de Zabú copiadas de las películas de animalillos de Disney que nuevamente de salvan por el dibujo, en ese caso de Gil Kane, ilustrando otro amasijo de tópicos sentimentaloides de Bruce Jones en el guión.

 


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